sábado, 22 de octubre de 2011

AUSENCIAS





He vuelto, una vez más,
y a pesar de tu ausencia,
siento tu presencia,
en esta tarde de otoño.

Los árboles, testigos mudos,
de nuestro primer encuentro,
guardan en su leñoso corazón
la fecha de nuestro primer beso,
¿aún recuerdas aquella primavera?

Llego el verano, ¿recuerdas el calor?
Nuevos pasos, ilusionantes,
llenaron de huellas este camino,
hoy poblado de hojas secas,
nuevas promesas que sólo el otoño
se encargo de romper
¿recuerdas aquellas promesas?

Llego el otoño,
heraldo el invierno,
se alejaron los pasos del verano,
y el silencio volvió a este rincón,
¿recuerdad aquellas frías horas?
¡Cuánto daría por volver
a oír las infantiles voces del verano,
y sobre todo ver, una vez más,
solo una vez más, tu mirada!

Llego el invierno,
poblando de nieve las cumbres
en el papel de madera
pervivían nuestros nombres,
pero el gélido viento
como depojo de hojas nuestro árbol
me dejo sin ti.

VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
22 de octubre de 2.011

Fotografía de los Jardines del Palacio de los Duques de Alba de Piedrahíta, Otoño 2.007

sábado, 24 de septiembre de 2011

CUADERNO PIEDRAHÍTENSE. HISTORIAS DE PIEDRAHITA. LA MORENETA I



Según avanza la reconquista de la Península Ibérica, los territorios conquistados por las tropas cristianas se van poblando de catedrales, iglesias, monasterios, cenobios y ermitas, que se levantan unas, donde hasta la Reconquista se alzaba una Mezquita; o en lugares donde se supone una aparición de Jesús, María o un Santo. España se llena de reliquias e imagenes sagradas que aparecen de forma milagrosa o gracias a la intervención del propio Jesús, María o un Santo. En el caso que vamos a relatar en estas dos entradas la aparición de la imagen religiosa, como veremos, tiene por protagonista la aparición de un Santo.

En el siglo XV, Piedrahíta, es una importante villa dentro de la provincia de Avila, es junto, con Alba de Tormes, la Villa principal de la Casa de Alba, en Piedrahíta, tenían fijada una de sus residencias. La Casa de Alba, siempre fiel a la Corona de Castilla había fundado el Monasterio de Santo Domingo, en el año 1.362, en el que reside una comunidad de monges dominicos. Además los duques han sido patronos de algunas obras realizadas durante estos siglos en la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de esta villa. y han fundado el Beaterio de Santa Catalina, perteneciente, como Santo Domingo a la orden dominica, incluso el rey Enrique IV de Castilla acude a vivir la Semana Santa de Piedrahíta, residiendo en la fortaleza de los Alba, siguiendo las alabanzas que de esta semana santa hicieron en la corte los Alba.

En este ambiente espiritual y cultural de la Villa del Corneja, en torno al año 1.460 surge un nuevo Convento, un convento de clausura dedicado a la contemplación y a la oración. Fundado por Doña María Alvárez de Vargas y Acevedo, miembro de una de las familias de la nobleza nocal de Piedrahíta sobre la casa solariega de dicha familia. El monasterio se pone bajo la protección de la Virgen María, en su advocación de Madre de Dios. El convento, con el transcurso de los años, se convertirá en carmelita calzado y como el resto de los edificios religiosos de la villa recibirá el patronazgo de la Casa de Alba, como queda demostrado en la abundancia de escudos de esta familia que jalonan sus fachadas y en el escudo que preside la boveda de la Capilla Mayor.

En la actualidad en el monasterio viven seis monjas carmelitas. En su interior se guardan importantes obras de arte, entre las que queremos destacar Nuestra Señora de la Encarnación, o Moreneta, como la ha conocido siempre el pueblo de Piedrahíta y la comunidad religiosa que habita en este monasterio. En la próxima entrada queremos relatar los acontecimientos de su aparación. Sirva esta humilde entrada como presentación de la misma.

sábado, 17 de septiembre de 2011

CUADERNOS DE LA VEGA. LA SUBIDA I

A pesar de la hora, en la que el día,
clava su puñal en el horizonte,
y las estrellas asoman tímidamente
al balcón de una nueva noche,
ya presentida, ya muy cercana,
Madre, en esta hora, te llamo,
mientras mis pasos van a buscarte,
y mi corazón nervioso
bombea mil y una promesa,
mil una vivencia de otros atardeceres,
como este de tiempos ya pasados.

Es la hora en la que me llamas y te llamo,
es la hora en la que te nombro con más cariño,
esperando, ya deseando verte,
un año más en el Alamillo.
¡Qué deprisa pasa el tiempo,
y qué despacio nuestro reloj come minutos,
devora hora, en esa tarde de septiembre,
mientras te espero, Madre!

Un fuerte torrente de amor
desborda mi corazón,
mientras se entona,
de nuevo, tu himno,
y mientras canto mi corazón
canta y afirma que hoy,
si es un día dichoso,
porque hoy estás con nosotros,
 y vuelves a casa Madre y Señora de la Vega.

VICTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
17 de septiembre de 2.011

jueves, 7 de julio de 2011

ATARDECER EN PIEDRAHÍTA



Cada tarede, Peñanegra,
vieja Dueña de Ávila,
cubierto sus sienes de nieve,
mece en su falda verde
a la Villa de Piedrahíta,
y le canta una nana de bronce
con el eco del Carmen,
de Santo Domingo, o Santa María.


Cada tarde, el Mirón,
atalaya del Corneja;
narra, con voz de briza,
la historia de un amor
imposible, entre un soldado
y una lavandera de Malpartida.

Desde una ventana,
en el Episcopal Castillo de Bonilla,
el Tostado, a la luz de la naranjada
puesta solar del Corneja
escribe, reflexiona, ora,
mientras por el viejo camino de Avila,
Teresa, moribunda, busca una curandera.

Villafranca corre toros,
y en la Vega,
la Virgen, con la fresca del atardecer,
acompaña al Niño
cuidando sus primeros pasos.

La Cruz, en el Cerro,
cuando la luna se lanza al vacío
desde alto de Peñanegra,
con su parapente abierto,
pide silencio para este sueño,
ya demasiado luengo de Piedrahíta.


VÍCTOR HERNÁNDEZ MAYORAL

7 de julio de 2.011

lunes, 20 de junio de 2011

LA INFANCIA DE LA DUQUESA DE ALBA





Piedrahíta fue testigo dde su infantiles pasos. Piedrahíta fue testigo, de algunos de los momentos más felices de sus vida. El recuerdo de Piedrahíta siempre estuvo en su cabeza y en su corazón. Y su recuerdo perdura en la memoria de los piedrahitenses, sobre todo cuando llega el mes de junio y Piedrahíta se viste del siglo XVIII, o en septiembre cuando su imagen, demasiado infantil y que ilustra este texto, recorre las calles y las plazas de Piedrahíta acompañando a la Virgen de la Vega. Ella es Doña María del Pilar Teresa Cayetan de Silva Alvárez de Toledo, XIII Duquesa de Alba.

Doña María Teresa nace en Madrid, en el viejo palacio de los Alba el 10 de junio de 1.762. Hija de Don Francisco de Paula de Silva y Alvárez de Toledo y Doña María del Pilar Ana de Silva Bazán y Sarmiento, Duques de Huéscar, y herederos del Ducado de Alba. Don Francisco de Paula es el único hijo de Don Fernando de Silva, XII Duque de Alba y por lo tanto herederos de la Casa.

Su nacimiento fue recibido con gran alegría en la Casa, sobre todo por el abuelo Don Fernando que veía en la niña la continuidad de la Familia Alba, a pesar, de que durante muchos años espero la anhelada llegada de un niño, que nunca llegó.

La infancia de la duquesa no se puede decir que fuera feliz. La niña tiene todo lo que una niña puede anhelar tener para ser feliz, pero la falta el cariño de sus padres. La pequeña se refugia en el cariño que la dispensan las criadas y el pueblo que rodea a la casa de Alba. Desde pequeña Cayetana se siente cercana al pueblo, cercanía que con los años va a aumentar. Además la pequeña Cayetana encuentra en su abuelo Don Fernando el cariño que no encuentra en sus padres. Don Fernando es para Cayetana el primer hombre importante de su vida.

En el año 1.770, la niña cumple ocho años y ve morir a su padre, el abuelo Fernando se va a convertir en ese instante en padre y madre para la pequeña Alba. Cayetana ya era el ojo derecho del Duque viejo, a partir de ese momento, la niña va a ser la hija que nunca tuvo. Mientras su madre prefiere las fiestas de la Corte y de la nobleza madrileña, el abuelo gasta sus años en la educación de la niña. Le habla de la importancia del Apellido Alba en la historia de España, de lo que es un Alba en la sociedad española de aquella época, de la importancia de ser la Duquesa de Huéscar, la heredera, pero siempre tintada esta histórica enseñanza con las nuevos aires provenientes de la Francia ilustrada, con la que el Duque Don Fernando mantiene una asidua correspondencia. Podríamos decir que Don Fernando es uno de los primeros ilustrados españoles.

Don Fernando, como casi siempre ocurre en la Casa de Alba, tiene problemas con la Corona de España. Y decide abandonar la Corte, para ello ha decidido construir en la Villa de Piedrahíta en la provincia de Avila un Palacio, “al estilo frances”. Palacio que encarga a Jaime Marquet, arquitecto francés, cuya obra más conocida en España es la Casa de Correos de Madrid, en la Puerta del Sol, desde donde, todos los años, el 31 de diciembre, los españoles despedimos un año y damos la bienvenida a otro.

Don Fernando acude, acompañado de su nieta, asiduamente a Piedrahíta, para seguir en persona la evolución de las obras de su nuevo Palacio, donde piensa instalarse una vez concluído y alejarse así de una vez por todas de la Corte de Madrid.

En la Capital del Reino el Viejo Duque se rodea de los mejores artistas de la época, comienza a inculcar a la niña el amor por el arte, por la cultura, muchos de estos artistas son traídos a Piedrahíta para embellecer el nuevo Palacio de la Casa de Alba.

En Piedrahíta, la niña conoce de primera mano la historia de su familia. Vive cerca de la naturaleza, tan importante para los ilustrados franceses, paseando por los versallescos járdines del nuevo Palacio, donde el agua corre y embellece este lugar. Y ante las piedras la niña va descubriendo a sus ancestros, reconoce la historia de la familia en cada escudo, se siente, por primera vez miembro de la historia de España y de la Casa de Alba.

Doña Cayetana de Alba. Gigante de Piedrahíta