sábado, 31 de octubre de 2009

LA MUERTE, REFLEXIONES PARA UN MES DE NOVIEMBRE



El mes de noviembre, cada año, en sus primeros días nos trae a la memoría aquellos amigos, que ya no están con nosotros, aquellos que un día compartieron nuestro camino y hoy ya no los vemos fisícamente, pero que podemos sentri espiritualmente.
Noviembre, en estos primeros días, es un continuo ir y venir de gentes que van con sus flores al cementerio a embellecer las sepulturas de sus seres querido. Muchos lloran ante la lápia de aquel con el que un día compartieron su vida, tal vez de forma egoista, por que para nosotros todas las muertes son costosas, todas las muertes duelen y todas las muertes llegan en el peor momento. Tenemos la agenda tan llena de asuntos que no hemos dejado un hueco para la muerte, y ella siempre está a nuestro lado.
¡Qué triste sería la vida para nosotros si no fueramos capaces de ver la muerte, como un final, como el final de esta vida, que, de forma egoista y equivocada hemos llenado de cosas innecesarias y qué distinta sería la muerte si la mirasemos junto a la Cruz de Jesús.
Tener miedo a la muerte es algo coherente, el propio Jesús tuvo miedo a la muerte: "Padre si puedes aparta de mi este cáliz" "Dios mio, Dios mio ¿por qué me has abandonado?" Pero el temor de Jesús se convierte en abandono total a las manos del Padre, Él cree en Dios y pone su vida en las manos de Aquel que un día le hizo crecer en el vientre de María: "Padre en tus manos pongo mi Espíritu". ¡Qué distinta sería nuestra vida si cada vez que pensamos en la muerte la vieramos como un abandonarse en las manos del Padre! Decirle a Dios: Aquí estoy Señor, yo sé que salí un día de tus manos y otro día voy a regresar a ellas.
¡Qué distinta sería nuestra vida si cada mañana que nos levantamos miráramos la Cruz de Cristo y le dijeramos: ¿Señor va a se hoy el día que vengas a buscarme? Sí es así recibir la muerte con gozo, con el gozo de saber que Él ya nos ha preparado la morada que la noche de su partida dijo: "Me voy a preparos la morada, cuando la tenga lista, vendré a buscaros". Por eso en esta noche Señor me gustaría mirar la muerte no como un castigo, sino como un premio, ¡y qué mejor premio que el de encontrarme contigo! ¡qué dicha la de transformar esta noche en día! ¡Qué alegría saber que desde que contigo este, si te he sabido amar, no habrá más sombras, ni más doores! ¡Qué dicha Señor ese encuentro, que es la muerte, contigo!
Estos primeros días de noviembre no me gustan. No me gustan por el consumismo en el que se ha convertido la muerte, en ese ir al cementerio y llenar las sepulturas con más flores que el vecino, como si después de la muerte tambien tuvieramos que vivir otra competición la de la ostentación ,tan alejada de ese dichoso encuentro contigo sin nada más que uno mismo.
Por eso esta tarde del uno de noviembre, cuando la noche y sus sombras se hayan apoderado de todo, volveré a subir al cementerio de mi pueblo, y volveré a pasear entre las sepulturas del viejo cementerio, mientras veo las luces de las velas encendidas, y pensaré en este bello poema de Martín Descalzo que define la muerte como yo la veo:
Morir es solo morir. Morir se acaba
morir es una hoguera fugitiva
es cruzar una puerta a la deriva
y encontrar lo que tanto se buscaba.
Acabar de llorar y hacer preguntas
ver al amor, sin enigmas, ni espejos
descansar de vivir en la ternura;
tener la paz, la luz, la casa juntas
y hallar, dejando los dolores lejos
la Noche luz, tras la Noche oscura.
VICTOR HERNÁNDEZ MAYORAL
1 de noviembre de 2.009

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